Balmaseda, refugio de 'putxeras' | El Correo

2022-08-19 21:31:13 By : Ms. Penny Su

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'Putxeras' preparadas en uno de los habituales concursos organizados en Balmaseda.

Puntual a su cita, como todos los años, a una semana de que se inicie noviembre, San Severino acude a la villa encartada de Balmaseda (Bizkaia). Y, con él, 'las putxeras', los concursos populares y, sobre todo, el recuerdo de aquellos años de duro y sufrido trabajo, interminables jornadas y lejanía, en una vida ligada al ferrocarril mucho más difícil que la de ahora. El quehacer en el tren obligaba a sus gentes a utilizar los recursos a su alcance para satisfacer sus necesidades primarias. Y, de todas ellas, la del comer se llegó a solventar con bastante originalidad y eficacia.

'La putxera', que en otros lugares se reconoce con el castellano nombre de olla, es fruto de la sabiduría e ingenio popular. Un utensilio que se 'enchufaba' a una espita de la caldera cuando los trenes eran de vapor y que utilizaban maquinistas y fogoneros para preparar sus comidas. También las había de carbón, tal y como hoy las conocemos, que usaban los galgueros que iban en los últimos vagones del tren a modo de hornillo, ya que no podían acceder al vapor de la máquina.

Aunque no parece  exclusiva de los ferrocarriles del Norte, es en los trenes de La Robla donde este utensilio se hace más popular. Por ello en localidades burgaleses y leonesas, por donde discurre también el trazado del viejo hullero, rinden también culto al artilugio, si bien existe un reconocimiento hacia quien lo ha universalizado con sus concursos de alubias: Balmaseda es, por tanto, el punto neurálgico de este utensilio que los ferroviarios de finales del XIX, principios y mediados del XX utilizaban para preparar sus comidas a bordo del tren.

Se hace difícil discutir con los vecinos de esta localidad el origen de las 'putxeras'. Ninguno renegará de la ascendencia encartada. Sin embargo, en los museos ferroviarios de Entroncamento y Macinhata do Vouga (Portugal) el visitante puede encontrar ollas utilizadas por los ferroviarios del país vecino, mientras que el Museo Vasco del Ferrocarril expone al público otro utensilio que, según refleja su placa original, fue propiedad de un maquinista de la Compañía de Caminos del Norte de España, el vallisoletano Graciliano Díez. Es decir, el uso de este tipo de aparatos fue, en el pasado, común entre los ferroviarios peninsulares y, probablemente, también se emplearon sistemas similares en otros países.

Balmaseda, situada a unos 30 kilómetros de Bilbao, es la localidad más importante de la comarca de Las Encartaciones. La villa fue plaza comercial y aduanera de importancia hasta el siglo XVII. En sus cantones se crearon comercios, mesones, industrias artesanales, herrerías, etc., así como una importante comunidad judía que prosperó hasta su expulsión. La llegada del tren y de la industrialización a finales del XIX y principios del siglo XX marca una nueva era económica en la villa. El Ferrocarril de La Robla, con sus talleres y sus servicios, acerca a Balmaseda gentes de otras regiones que contribuyen a un reflote demográfico.

El Ferrocarril de La Robla constituye la línea de vía estrecha más larga de Europa Occidental, con 335 kilómetros, comprendida entre La Robla (León) y Bilbao (Bizkaia). Su tramo principal, entre La Robla y Balmaseda, fue inaugurado el 11 de agosto de 1894. Su objetivo era acercar la importante producción carbonífera de las cuencas de León y Palencia a su consumo en la poderosa industria siderúrgica de Vizcaya. Su recorrido atraviesa las provincias de León, Palencia, Cantabria, Burgos y Bizkaia, y, debido a su influencia económica y social, a lo largo de más de un siglo es considerado uno de los ferrocarriles más emblemáticos de España.

La 'putxera' es un ingenio ferroviario. El aprovechamiento del vapor de la máquina estaba generalizado, hasta el punto de figurar la espita (donde el fogonero enchufaba la olla) en los planos que proyectaban la caldera. En el artilugio doméstico introducían alubias, tocino, chorizo, morcilla y otros productos porcinos, que conformaban un plato único, potente y muy contundente, de mucho poder calórico. En la actualidad, la 'putxera es una especie de olla adaptada a una pequeña estufa que permite la elaboración de sabrosos guisos, obteniendo la fuente de calor de las brasas que se almacenan en la parte baja del utensilio.

Cómo se prepara la 'putxera'

Cada 23 de octubre, las calles de Balmaseda se llenan con decenas de grupos que compiten por elaborar el mejor plato de alubias, y sus 'sacramentos', en el más renombrado Concurso Mundial de Putxeras, un certamen que ha superado las tres décadas de existencia y cuyo éxito ha hecho que otras localidades con pasado ferroviario lo hayan adaptado a sus gustos.

El Ayuntamiento de la localidad encartada incluye en su página web información sobre el artefacto. Como no podía ser de otra forma, añade la fórmula correcta que se debe emplear para su correcto funcionamiento. La 'putxera' se enciende con un kilo y medio o dos de carbón, colocando el puchero cuando el carbón esté al rojo vivo. En el utensilio doméstico se ponen las alubias junto con la verdura finamente picada, el agua y un chorro de aceite. Cuando empieza a hervir se corta el hervor con agua fría para que se hagan despacio. La costilla y los chorizos se agregan cuando las alubias están a medio hacer. Las morcillas se añaden a última hora y entonces se le da el punto de sal. Se necesitan cuatro horas de cocción y media de reposo con alubia nueva.

El artilugio se ha convertido además en un preciado objeto de artesanía que, en pequeño tamaño, suele ofrecerse como reconocimiento a los amigos de la villa encartada. Pero también hay especialistas que han convertido en arte la fabricaciòn de estos artilugios. En sus talleres, personalizan con distintos motivos (el escudo del Athletic, el puente viejo de Balmaseda, una máquina de tren o cualquier otro tema) este tipo de aparatos fabricadas en acero inoxidable y aluminio. Las primeras ollas ferroviarias eran bastante más rústicas que las actuales, pero hoy en día casi todas constan de un recipiente metálico donde se hace la combustion junto con un puchero de porcelana o barro encajado en el recipiente donde se deposita la comida, todo ello provisto de varias patas para la sujeccion y un asa con empuñadura para su transporte. La vistosidad de los recipientes propicia un destino decorativo.